Bueno, sin más miramientos, lo primero sería presentarse. Me
llamo Nacho Juan y soy un chaval de 16 años de Zaragoza. Siendo sincero, me
sería complicado concretar cuando empezó mi amor por los Knicks, pero creo que
puedo explicaros por dónde van los tiros.
Corría el año 2004 y poco a poco conforme me iba enterando
de lo que ocurría a mí alrededor descubrí el tan fascinante mundo de la NBA.
Pero no de la mano del flamante equipo de la Gran Manzana, ni mucho menos, sino
que había un jugador en concreto quien me introdujo en el mundo del baloncesto
de manera trascendental, y ese era ni más ni menos que Allen Iverson. Pero
aunque los Sixers por aquel entonces me tiraban mucho, había un equipo que sin
saber una explicación concreta, me hechizó. Un equipo, que por lo que veía en
las clasificaciones, no parecía uno de los mejores, pero sí uno de los más
famosos, hecho al que no le encontraba un porqué.
Un equipo, repleto de jugones que aunque fuera de manera
puntual, me hacían disfrutar como nunca. Hablo de jugadores de la talla de Stephon
Marbury, cuyas diabluras me dejaban boquiabierto. Hablo de Jamal Crawford, cuyo
manejo de balón envidiaba, de un espectacular y eléctrico Steve Francis, cuyos
vuelos sin motor me hacían levantarme del sofá al momento y sobre todo, hablo
de Allan Houston, uno de los jugadores más elegantes y con más clase que he
podido ver sobre una pista de baloncesto. Puede que los resultados no
acompañaran, pero me daba igual, no sé si eran sus colores, si era la magia del
Madison Square Garden (del cual empecé a ser consciente de su significado en el
mundo del baloncesto) o si era la propia ciudad, pero los Knicks se
convirtieron en mi equipo. (Junto a los Sixers, todo hay que decirlo)
Pero hubo un hecho que terminó por ser clave en mi afición a
los Knicks. No sabría ponerle fecha pero lo recuerdo como si fuera ayer. Una tarde como otra cualquiera, pusieron en
Canal + un partido histórico, concretamente el sexto encuentro de las Finales de
la NBA entre los Knicks del gran Pat Ewing frente a los Houston Rockets del
genial Olajuwon. Entonces me di cuenta de la grandeza de este equipo. Bien es
cierto que ese encuentro terminó con derrota de los de la Gran Manzana , pero
aunque Olajuwon taponara ese tiro a John Starks (quien me sorprendía por su
descaro fuera quien fuera el rival) que nos hubiera dado el campeonato, los
Knicks me dejaron claro el porqué de su fama.
Me di cuenta
enseguida de lo que significaba ser de los Knicks, abonarse al sufrimiento, a
la irregularidad, a los infortunios, a las continuas críticas de los medios…pero
me daba exactamente lo mismo, yo estaba orgulloso de ser del equipo que era y soy.
Pero siendo sincero, mi afición por los Knickerbockers ha
ido creciendo conforme pasaban los años. El hecho de viajar a Nueva York me
hizo reflexionar lo que de verdad significaba el baloncesto para esta ciudad.
Poco tiempo me costó entender la magnitud de este hecho, Nueva York era la meca
del baloncesto y por lo tanto, era una ciudad y un equipo hecho a medida para
mí.
Con el paso de los años, he visto a los Knicks perder y
fracasar una y otra vez. Pero si algo no falta es la ilusión. Con la llegada de
STAT y de Melo, con la “Linsanity” (cuya presentación sobra) de la pasada
campaña, con las exhibiciones de JR Smith y con muchas cosas más que me
resultan imposibles de plasmar en un solo escrito, no me ha dado tiempo a ni
tan siquiera pestañear.
Es por ello, por lo que no dudé ni un instante en unirme al
equipo de Knickspride España. La ilusión que me inculcó Germán desde el primer
momento, supe que esto sería una gran idea. Tanto Germán, como yo, como Álvaro
Boza, como Pirruatlético, como Fran Gasquez o como Álvaro Aito estamos
dispuestos a compartir con vosotros todo lo que rodee a los New York Knicks.
Espero que disfruten tanto como espero hacerlo yo en mi
participación en este ilusionante proyecto. Un saludo.
(@NachoJuanRules)
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